Las Mujeres de la Biblia
Colección Cristiana
Nelfa Chevalier/Amazon.com
Salomé era una joven bella hija de Herodías, quien se había divorciado de su esposo Herodes Filipo para casarse con el rey Herodes Antipas. Pero Herodes Filipo y Herodes Antipas eran medio hermanos, y eso no era lícito para las normas morales de los judíos. En ese tiempo, el profeta Juan el Bautista bautizaba a la gente y predicaba anunciando la llegada de Cristo.
En algunas ocasiones, Juan el Bautista le reprochaba a Herodes Antipas haberse casado con la mujer de su hermano, y le decía: “No debes tener como tuya a la mujer de tu hermano” (Marcos 6:18-19). Herodes no lo apresaba porque lo respetaba como profeta. Sin embargo, Herodías odiaba a Juan el Bautista y deseaba matarlo, pero no encontraba el modo de hacerlo. Un día, Herodes Antipas celebró una gran fiesta y a esta asistieron las personas más importantes de Galilea. En medio de la fiesta, la hija de Herodías, Salomé, bailó para Herodes y sus invitados.
La Biblia relata que a Herodes le agradó tanto su baile que le prometió bajo juramente darle a ella lo que le pidiera (Mateo 14:6-7). Su madre le aconsejó que le pidiera la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja de plata. Como Herodes Antipas había dado su palabra mandó a decapitar a Juan el Bautista. Un guardia le trajo la cabeza de Juan el Bautista a Salomé, como ella lo había pedido. Al recibirla, Salomé se la entregó a su madre (Mateo 14:1-12; Marcos 6:14-29; Lucas 9:7-9).
Catequesis:
¿Qué aprendimos de Salomé?
De acuerdo a lo citado en las Sagradas Escrituras, Salomé fue el vehículo que utilizó su madre para quitar de su camino a Juan el Bautista, un profeta; un hombre bueno, mensajero de Dios. Esta joven estaba influenciada por su madre Herodías, quien era una mujer de malos sentimientos.
Quizás, lo peor que le pudo pasar a Salomé fue ser hija de una mujer tan malvada, capaz de matar con tal de vivir su vida libertina, sin alguien que le reproche sus malas acciones. Esta historia nos enseña que debemos respetar los mandamientos de Dios. De ese modo, no cometemos pecados tan abominables. Las dos son culpables de la muerte de Juan el Evangelista.
No debemos seguir el mal ejemplo de ambas. Ni de Herodías, por ser una mujer mala, perversa; tampoco de Salomé, por apoyar las mala acciones de su madre.